Cuando un amigo se va

La muerte de un ser querido debe, irremediablemente, ponernos a reflexionar. La muerte de Andrés, sin lugar a dudas, nos deja de manifiesto que la vida es muy frágil, el viaje es muy corto y como tal debemos disfrutarlo de la mejor manera. Estoy seguro que Andrés, a pesar del enorme dolor que dejó su partida, vivió a plenitud y dejó huella en muchas vidas. Prueba de esto último es que el día del funeral era físicamente imposible parquear el vehículo.

Si Andrés se leyó el libro que recientemente terminé (“¿Quién te llorará cuando mueras?”), habrá aplicado de sobra los consejos ahí escritos y ya sabrá que fuimos muchos quienes lloramos cuando murió.

A quienes me honran con su lectura me atrevo a dejarles este consejo: disfruten su vida, vivan felices y mantengan siempre una sonrisa en sus caras. Con solo eso harán que sus vidas, y las de aquellos que los rodean, sean mejores.

Y como dice la introducción del libro que les mencioné: “El día que naciste tú lloraste mientras el mundo se regocijaba. Vive la vida de manera tal que, cuando mueras, el mundo llore y tú te regocijes”.

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