La marca relojera Seiko

En los años setenta, la firma japonesa Seiko revolucionó el mundo de la relojería con sus modelos de cuarzo, más económicos y precisos que los viejos relojes europeos. Ello le permitió convertirse en una de las firmas relojeras más importantes e influyentes del mundo, gracias, sobre todo, a una imagen ligada a la modernidad y a la tecnología punta. Lo que mucha gente ignora es que, tras ese éxito, se esconde una historia de superación de más de un siglo, protagonizada por tres generaciones de la familia Hattori. La historia de Seiko refleja la voluntad de aprender y aplicar lo mejor de la relojería suiza con el único el objetivo de alcanzar e incluso superar sus estándares de calidad, pero también representa la culminación de la secular tradición japonesa en la manufactura de relojes mecánicos, que se remonta al siglo XVII.
Precedentes históricos

En efecto, todo empezó en 1551, cuando el misionero jesuita Francisco Javier, que había desembarcado en tierras japonesas dos años antes, regaló un reloj mecánico al Daimyo Yoshitaka Ouchi, uno de los señores feudales más importantes del país. Hasta ese momento, la tradición relojera en Japón se limitaba a las clepsidras elaboradas durante el siglo VII, procedentes de la tradición china.

En 1600, sólo medio siglo después de la introducción del primer reloj mecánico en Japón, un grupo de misioneros cristianos estableció una escuela en la prefectura de Nagasaki que incluía la elaboración de relojes e instrumentos de astronomía. Con la unificación de Japón, sin embargo, empezó un periodo de represión de los misioneros cristianos que culminaría, en 1635, con el total aislamiento del país ante cualquier influencia externa.
Ello facilitó el nacimiento de una tradición estrictamente nipona de fabricación de relojes, que se concentró en la ciudad de Edo. Empleados directamente por el Shogunate (gobierno militar), los maestros relojeros japoneses elaboraban los llamados wadokei, unos artefactos extremadamente complejos, por cuanto se basaban en el mes lunar y en la división de la jornada en día y noche.



Wadokei japonés, previo a la adopción del sistema horario occidental.

Esta tecnología -que comprendía tanto relojes colgantes con grandes pesos, como relojes de pared y relojes de muelle que podían situarse sobre estantes- dio lugar a auténticas genialidades, dotadas incluso de complicaciones, pero quedó de repente obsoleta el 3 de diciembre de 1872, cuando el gobierno Meiji decidió poner fin al calendario lunar y adoptar el sistema horario occidental.

Ello provocó que, de la noche al día, los relojeros japoneses dejaran de tener los conocimientos necesarios para elaborar sus propias piezas, por lo que se reactivó la importación de modelos europeos y americanos (desde 1858, los principales puertos japoneses volvían a estar abiertos a la importación de productos extranjeros). Los primeros relojes autóctonos, de pared, serían fabricados en Tokio, en 1875.
El nacimiento de Seiko

Muy pronto, sin embargo, los profesionales japoneses interiorizaron las técnicas occidentales, y la relojería nipona volvió a resurgir lentamente. En este contexto, en 1877, el joven Kintaro Hattori, con sólo 18 años, puso en marcha un servició de reparación de relojes en su propia casa, en Kyobashi (distrito de Ginza). Este modesto negocio era el embrión de la compañía Seiko, que con su evolución marcaría el desarrollo de la relojería japonesa a lo largo de los siguientes 135 años. Cuatro años más tarde, Hattori fundó la empresa K Hattori, dedicada a la reparación y venta de relojes de segunda mano. Los ingresos obtenidos de la venta de guardatiempos le permitieron ampliar el negocio en 1892, con la compra de una fábrica en desuso en Tokio, que destinó íntegramente a la fabricación de relojes. Había nacido la firma Seikosha, cuyo nombre surgía de la unión de las palabras “seiko” (“diminuto”, “éxito” o “exquisito”) y “sha” (“casa”).

Con 15 operarios, Seikosha empezó a elaborar relojes de pared, y sólo cinco años más tarde ya era el principal fabricante japonés de este tipo de relojes. Sólo un año después de su inauguración, la fábrica tuvo que cambiar de emplazamiento para poder incorporar herramientas mecánicas y fue trasladada a Yanagashima, en el mismo distrito. Algo similar sucedió con el negocio de venta de relojes, que en 1895 tuvo que ser trasladado al que hoy es el centro del distrito de Ginza, una de las zonas comerciales más exclusivas de Tokio. Pronto se convertiría en la tienda de relojes más prestigiosa de la ciudad.Ese mismo año, Seikosha lanzó su primer reloj de bolsillo, denominado “Time Keeper”.

Aun incorporando un movimiento de fabricación suiza, este modelo representa un hito para la relojería nipona. En 1899, la firma volvió a ejercer de pionera, en este caso, con la fabricación del primer despertador de manufactura japonesa.



Time Keeper, el primer reloj de bolsillo de Seikosha, elaborado en 1895.
Viajes determinantes

En 1900, Kintaro Hattori realizó su primer viaje al extranjero, durante el cual tuvo ocasión de descubrir los métodos de producción suizos y americanos: mientras en Suiza existía una gran cantidad de compañías muy especializadas -lo que permitía una gran variedad de modelos pero poca producción-, en los Estados Unidos, las marcas elaboraban en masa unos pocos modelos gracias a una mejor tecnifi cación y al empleo de técnicas centralizadas.

Hattori optó por el segundo modelo, puesto que en Japón no existía una red de manufacturas especializadas que pudiera suministrarle los componentes necesarios. Para llevar a cabo la integración de la empresa, durante los años siguientes Seikosha adquiró mucha maquinaria extranjera: 200 unidades, a las que se sumaron 100 de fabricación propia.

Durante este periodo, tuvo una importancia clave en la evolución de Seikosha la fi rma americana Waltham, a quien Hattori compraba anualmente una gran cantidad de modelos, además de los componentes que no era capaz de fabricar. En 1904 estalló la guerra contra Rusia, y Seikosha recibió órdenes de fabricar espoletas para proyectiles de artillería, actividad con la que complementó la fa- bricación de relojes durante cerca de un año.

Aunque inicialmente la dirección de la empresa se opuso a la medida, no se puede afi rmar rotundamente que ésta representase un contratiempo, puesto que supuso un aumento considerable de los beneficios que más tarde permitiría incrementar las inversiones. Hay que tener en cuenta que en aquel momento los relojes de bolsillo japoneses apenas suponían un 10% del mercado y, en el caso de Seikosha, ni siquiera cubrían los costes de fabricación.

Para invertir esta situación, Hattori emprendió, en 1906, un nuevo viaje a Europa y Estados Unidos, acompañado esta vez de Hideyuki Yoshumira, de la tienda de relojes Clock Store, y Tsuruhiko Yoshikawa, ingeniero en jefe de Seikosha. Este segundo periplo por las manufacturas occidentales convenció a Hattori de la necesidad de revolucionar el sistema de producción con la incorporación de maquinaria de nueva generación. Además, Hattori adoptó muchas técnicas de las fábricas americanas para la producción de maquinaria automática. Paralelamente, la fábrica de Yanagashima se fue transformando hasta utilizar exclusivamente energía eléctrica en 1914.

Con todos estos cambios, la fi rma estaba preparada para afrontar la elaboración de relojes de pulsera: en 1910 logró fabricar espirales del volante y, tres años más tarde, sus propias esferas de esmalte. Finalmente, en 1913 salía a la luz el modelo Laurel, el primer modelo de pulsera elaborado en Japón. A principios de los años veinte, y gracias a la política de Hattori de fi nanciar las innovaciones de un área con los benefi cios de otra más consolidada, K Hattori & Co obtuvo una situación preeminente en el mercado relojero japonés.

En 1923, Japón sufrió un gran terremoto en el que resultaron destruidas sus oficinas centrales de Ginza y la fábrica de Seikosha. Kintaro contaba entonces con más de 60 años pero, lejos de rendirse, financió la reconstrucción de la manufactura y paralelamente reanudó la fabricación de relojes de pared en unos barracones. Sólo un año más tarde, la firma ya había creado un nuevo modelo, que fue el primero en llevar el nombre “Seiko”.
Segunda generación

En 1934, Kintaro Hattori murió, a la edad de 75 años, dejando una empresa que había olvidado por completo el desastre de 1923 y se había convertido en líder incontestable en la producción relojera japonesa gracias a la sustancial mejora de la calidad de sus piezas. Se hicieron cargo del grupo los dos hijos de Kintaro, Genzo y Shoji, que también habían heredado de él un gran instinto para los negocios y una fe inquebrantable en la innovación.



Kintaro Hattori , fundador de la compañia Seiko.

Su primera gran iniciativa fue la creación, en 1937, de la compañía Daini Seikosha (conocida hoy como Seiko Instruments) para asumir la producción de relojes de bolsillo y de pulsera. Ese mismo año, sin embargo, estalló la Segunda Guerra Sino-Japonesa (confl icto que entroncaría con la Segunda Guerra Mundial) y la empresa volvió a recibir el encargo de fabricar armamento. A pesar de ello, Seiko siguió innovando, y entre 1940 y 1942 desarrolló el primer reloj de pulsera japonés de tres agujas, el primer cronógrafo de bolsillo y un cronómetro de la marina.

Aunque el conflicto bélico supuso algún beneficio inicial -como el bloqueo de las importaciones de relojes de pulsera y de bolsillo, que libró temporalmente a Seikosha de la competencia suiza-, finalmente tuvo consecuencias desastrosas para la empresa: el 9 de marzo de 1945, un bombardeo destruyó completamente la fábrica de Daini Seikosha, y sólo sobrevivió la planta de Suwa, en la prefectura de Nagano.
Nueva era

La producción pudo reanudarse un año más tarde, pero la escasez y la mala calidad de los materiales dificultaba la competitividad del producto. Era imprescindible afrontar una renovación total, empezando por la fabricación de nuevos movimientos, y Seiko emprendió este nuevo reto que debía situarla otra vez a la vanguardia de la relojería japonesa.

Durante la siguiente década se contrataron nuevos ingenieros, a quienes se encomendó el diseño de calibres nuevos que se acercaran a los estándares europeos. Se importaron y fabricaron nuevas máquinas automáticas y se invirtió en el diseño y la fabricación en masa de componentes lo sufi ciente uniformes para ser intercambiables. El modelo que simboliza este cambio de rumbo es el Super, un reloj de pulsera de tres agujas desarrollado en la manufactura de Suwa que obtuvo un éxito importante gracias a su imagen moderna. La fábrica de Kameido respondió con el modelo Unique, iniciando un periodo de productiva competencia entre los diferentes centros productivos de Daini Seikosha (que por aquel entonces eran totalmente autónomos en el aspecto creativo).

En 1956, la fábrica de Suwa introdujo el Marvel, un modelo que copó todos los premios en las competiciones cronométricas nacionales y, en 1960, creó la colección Grand Seiko, la primera destinada a los amantes de la Alta Relojería. Bajo esta denominación, la firma japonesa presentaría, durante los siguientes 15 años, algunas de sus piezas más refinadas.

A mediados de los años sesenta, Seiko contaba con centros de producción totalmente automatizados y era capaz de competir con las fi rmas europeas tanto en volumen de producción como en ventas (con niveles de exportaciones que superaban las de cualquier otro país, incluida Suiza). Sin embargo, la principal obsesión de sus dirigentes era conseguir un reloj perfecto desde el punto de vista cronométrico.

Por ello, en 1963 Seiko se había convertido en la primera fi rma japonesa en participar en las pruebas de cronometría de Neuchâtel, donde logró un meritorio décimo puesto con un reloj de mesa regulado por cuarzo. Los resultados en el apartado de relojes mecánicos, sin embargo, fueron mucho más modestos durante los primeros años de participación, lo que acentuó la obsesión por el perfeccionamiento técnico de los relojes.

Los concursos de cronometría eran las pruebas perfectas para descubrir qué aspectos se debían mejorar y aplicar estos conocimientos en la producción regular, pero también un indicador de los progresos de las manufacturas de Seiko: en 1967, Daini y Suwa Seikosha lograron un segundo y un tercer puesto en las pruebas de cronometría. En menos de una década, Seiko había cumplido su sueño de equipararse a los mejores relojes suizos en precisión cronométrica gracias a un trabajo metódico y a la sana rivalidad entre sus centros de producción.

Paradójicamente, justo cuando había alcanzado su cénit en este ámbito, la fi rma dio un giro de 180 grados: clausuró la sección de investigación sobre relojería mecánica y transfirió buena parte de su personal a la división de desarrollo de mecanismos de cuarzo.
La industria relojera estaba entrando en una nueva era, y Seiko estaba destinada a protagonizarla.
La revolución del cuarzo

El cristal de cuarzo se había estado utilizando como regulador del reloj desde hacía décadas, pero a finales de los años sesenta no existía aún la tecnología necesaria para miniaturizar los componentes de modo que pudieran ser montados en la caja de un modelo de pulsera.

En la lucha por conseguirlo estaban enfrascados tanto el equipo de investigación de Seiko como el Centre Electronique Horlogère (CEH), con representación de algunas de las principales firmas suizas. Seiko había presentado ya interesantes progresos con la tecnología del cuarzo, pero sus esfuerzos por crear un mecanismo sufi cientemente fi able para ser fabricado en serie topaban con infranqueables dificultades.

Ante esta situación, Shoji Hattori decidió tomar cartas en el asunto, y en 1968 sustituyó a casi todos los miembros del equipo de diseño por algunos de los técnicos más brillantes de la empresa, a quienes dio la orden de elaborar un producto comercializable en el plazo de un año. El nuevo equipo se concentró rápidamente en desarrollar las tres tecnologías necesarias para la elaboración de relojes de cuarzo -el motor paso a paso, el oscilador de cuarzo y el circuito integrado- y, después de superar todas las adversidades, creó un modelo apto para su comercialización.

Así, el 25 de diciembre de 1969, fue vendido el primer reloj de pulsera de cuarzo del mundo. El modelo Astron, que se comercializó en una edición limitada a 100 ejemplares, oscilaba a 8.192 Hz y garantizaba una precisión de cinco segundos al día. Cuatro meses más tarde, en la feria de Basilea, varias marcas suizas presentaron sus propios relojes de cuarzo, dotados del calibre Beta 21 que había elaborado el CEH. Sin duda, el lanzamiento del Astron fue un evento histórico en el mundo de la relojería, pero para Seiko representó solamente un punto y seguido en el desarrollo de la tecnología de cuarzo: durante el año siguiente, la firma participó en el desarrollo de un circuito integrado CMOS específi camente diseñado para ser integrado en un reloj y, poco después, Seiko tomó una decisión transcendental: elaborar todos los circuitos integrados en sus propias instalaciones.



El modelo Astron, de 1969, fue el primer reloj de pulsera de cuarzo comercializado.

Esta integración explica por qué la firma japonesa pudo expandir la producción de relojes de cuarzo mucho más rápido que cualquier marca suiza. Paralelamente al desarrollo del reloj de cuarzo, en Estados Unidos se estaba investigando sobre la posibilidad de plasmar imágenes sobre pantallas de cristal líquido. Cuando, en 1968, el Dr. Tohyama leyó un artículo al respeto, en seguida se interesó en esta nueva tecnología y viajó a Estados Unidos para entrevistarse con el director del equipo. Después de años de investigación, en 1973, Seiko lanzó sus dos primeros relojes digitales: el 05LC de Daini Seikosha, y el 06LC de Suwa Seikosha.

No eran los primeros modelos digitales del mercado, pero, una vez más, Seiko tuvo la habilidad de prever los sistemas que se convertirían en estándar mundial, de modo que pudo situarse a la vanguardia del desarrollo de esta tecnología. Hemos hablado, a menudo, en esta sección, de las consecuencias desastrosas que la llamada revolución del cuarzo tuvo para buena parte de la industria relojera suiza: de repente, la relojería mecánica parecía anacrónica y las manufacturas que no pudieron adaptarse se vieron condenadas a desaparecer. Sin embargo, es menos conocido que incluso Seiko tuvo dificultades a causa de la “democratización” que permitía el uso del cuarzo: en poco tiempo aparecieron innumerables marcas -principalmente en Hong Kong y Taiwán- capaces de ofrecer relojes de pulsera a precios muy bajos.

De nuevo, la capacidad de innovación de Daini Seikosha en la elaboración de circuitos integrados CMOS fue crucial y permitió el desarrollo de modelos con funcionalidades que no estaban al alcance de la competencia.
Kinetic, otro salto adelante

A mediados de los años setenta, cuando la relojería del cuarzo ofrecía aún innumerables posibilidades en cuanto a la incorporación de funciones, los ingenieros de Seiko ya estaban estudiando la posibilidad de utilizar sistemas de alimentación alternativos a la pila que combinaran la precisión del cuarzo con la eficiencia energética de los relojes automáticos.

Las primeras investigaciones se encaminaron hacia la tecnología solar, pero a partir de 1983 se optó por un sistema de carga a través de un rotor. Para lograr que el movimiento caótico de la muñeca suministrara la energía necesaria para hacer funcionar un reloj de cuarzo, fue necesario disminuir significativamente los requisitos energéticos del calibre y, paralelamente, incorporar un multiplicador de tensión que permitiera alimentar los circuitos incluso cuando la energía acumulada en el condensador no llegaba al mínimo necesario.

Después de años de investigación y desarrollo, el nuevo y revolucionario sistema fue presentado en la Feria de Basilea de 1986 bajo el nombre de “AGM”: “Mecanismo de Generación Automática”. Sin embargo, acabaría siendo conocido en todo el mundo bajo la denominación “Kinetic”. Dos años después fue lanzado al mercado el primer reloj Kinetic del mundo. No habían pasado ni dos décadas desde la venta del primer modelo de cuarzo, y Seiko volvía a protagonizar un hito en la relojería moderna.

Pronto le siguieron varios modelos Kinetic de características diferentes, entre los cuales cabe destacar la vanguardista serie Arctura (1997), cuyo aerodinámico diseño se inspiraba en la forma del arco; el modelo Thermic (1998), primer reloj del mundo accionado por el calor corporal; o el futurista Auto Relay (1999), capaz de mantenerse en estado latente para ahorrar consumo y recuperar después la hora correcta.

Mientras Seiko lanzaba sus primeros modelos Kinetic, se estaba produciendo en el mundo un fenómeno de recuperación de la relojería mecánica, al cual no fue ajena la firma japonesa. Después de un primer reloj mecánico, tímidamente introducido en 1992 a su línea de relojes para vestir, en 1995 Seiko lanzó una colección de relojes mecánicos de gama media a través de su submarca Laurel.

Sin embargo, era evidente que la recuperación de los grandes calibres mecánicos debía producirse a través de la colección Grand Seiko, que hasta su extinción en 1975 había integrado los relojes más lujosos y precisos de la marca. Finalmente, a finales de 1998, la marca presentó una nueva hornada de relojes mecánicos totalmente nuevos, aunque dotados de calibres que eran revisiones de movimientos anteriores. Era sólo un primer paso, puesto que el equipo de ingenieros se preparaba para crear un nuevo movimiento mecánico a la altura de la colección. Sólo dos años después nacía el calibre 9S, un mecanismo que alcanzaba altos niveles de precisión y belleza estética.



Premier kinetic perpetual de 2011.
Tecnología Spring Drive

A finales del siglo XX, Seiko tenía un dominio de la tecnología electrónica y de la mecánica que le permitía soñar con un reloj que combinara lo mejor de ambas.
La respuesta a este reto fue el Spring Drive, presentado en 1999. Este sistema mezclaba la tecnología del cuarzo y la mecánica, eliminando el punto más débil de cada una de ellas: el muelle real del Spring Drive no sólo activa las agujas, sino también un rotor cuya señal eléctrica induce, a su vez, a un cristal de cuarzo a emitir una señal de referencia. Un circuito integrado de bajo consumo calcula la diferencia entre la señal y la velocidad del muelle y activa un sistema de frenado electromagnético para regular la segunda.

En 2001, el presidente de Seiko, Reijiro Hattori, tomó la importante decisión de reorganizar la corporación y otorgar a la división relojera una total autonomía. Por ello creó la compañía Seiko Watch Corporation, que englobaba las diez firmas que participaban en la fabricación de los relojes de pulsera y sus componentes.

Los últimos años han servido para que la firma desarrollase y consolidase sus principales tecnologías relojeras con la creación de relojes dotados de meritorias complicaciones. Así, por ejemplo, la familia de relojes Kinetic incorporó, en 2003, el Chronograph y, en 2005, un Calendario Perpetuo dotado de la función Auto Relay, creada seis años antes. La última gran innovación de la tecnología Kinetic ha sido el movimiento Direct Drive, que muestra no sólo la energía en reserva, sino también el nivel de generación de energía cuando se gira la corona manualmente.

En cuanto a la línea Spring Drive, cabe destacar la incorporación de múltiples modelos con complicaciones, desde el espectacular Credor Spring Drive Sonnerie de 2006 (en 2011 se lanzaría la versión con repetición de minutos), hasta el Chronograph o el GMT, lanzados en 2007.

Paralelamente, la firma japonesa ha seguido desarrollando su línea de relojes de energía solar, y a finales del año pasado demostró, de nuevo, su capacidad de innovación con el Astron GPS Solar. Nombrado en honor al primer reloj de cuarzo, el Seiko Astron recibe la información de ubicación y tiempo directamente de la red GPS, y es el primer reloj del mundo que entiende y ajusta automáticamente el huso horario. Además, garantiza una precisión de un segundo cada 100.000 años.
Mirando al futuro

Es sólo un ejemplo más de capacidad de innovación sin límites que ha caracterizado Seiko durante las últimas décadas. Si en sus inicios la firma nipona encarnó la voluntad de aprender de los mejores en una carrera para mejorar la fiabilidad y precisión de sus piezas, hoy es la principal manufactura japonesa de relojes mecánicos, pero también una de las más potentes fabricantes de instrumentos electrónicos del mundo.

Fundada en el siglo XIX, Seiko fue la primera marca en llegar al siglo XXI. El sueño de la familia Hattori siempre fue que sus guardatiempos pudieran competir con las mejores piezas suizas y, en su lucha, acabó cambiando para siempre la historia de la relojería.


Esta artículo ha sido publicado en el número 44 de la revista “Máquinas del Tiempo”.

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