La memoria después de los 40 años

A todos los que ya bordean los 40 les ha pasado: entrar a una habitación y no saber para qué; preguntar una y otra vez lo mismo; dudar si ya se tomó la pastilla; no encontrar la palabra que está buscando; no recordar dónde dejó las llaves del carro o buscar las gafas por toda la casa y luego darse cuenta de que las tiene puestas. Muchos se alarman ante este tipo de olvidos. A esa edad todavía esperan que el cerebro siga funcionando como un reloj y asocian estos síntomas con demencia prematura.

Pero según recientes estudios ese es el cerebro típico de los cuarentones, más lento y olvidadizo. A esa edad, este, como muchos otros órganos, ya está envejeciendo y eso se refleja en dichas fallas de la memoria. La investigadora Archana Singh-Manoux quiso detectar el comienzo de ese declinar mental y para ello reclutó a 7.000 trabajadores entre 45 y 49 años. El estudio, hecho en 2012 y publicado en el British Journal of Medicine, estableció que el poder de la memoria del grupo se reducía 3,6 por ciento a la tierna edad de 45, y no a los 60 como se creía. Aunque la pérdida parece poca, es suficiente para incomodar a la gente. En efecto, muchos se desesperan porque no están acostumbrados a tardarse en recordar una palabra o un nombre.

La preocupación es válida. Una investigación publicada hace un par de meses en la revista Neurology mostró que los procesos que causan el declive mental en estos pacientes pueden empezar hasta 12 años antes de que la persona sea diagnosticada con una enfermedad degenerativa del cerebro. Además, el mal de Alzheimer está en aumento debido a que la gente tiene una expectativa de vida mayor. Por eso, es crucial la pregunta de cómo diferenciar el deterioro normal de la enfermedad.

Según el geriatra Carlos Cano, las capacidades del cerebro se modifican pero no necesariamente se pierden. Estos síntomas de olvido suelen agruparse dentro de una categoría conocida como deterioro cognitivo leve y, usualmente, no interfieren en el desempeño del individuo en su vida diaria. El problema, sin embargo, es que la mitad de la gente con este tipo de señales terminará con demencia en dos o tres décadas. Nadie sabe aún quiénes serán ni cómo detectarlos anticipadamente, pero hay indicios de que los más vulnerables son aquellos en quienes se evidencia un deterioro mayor, como perderse en ambientes o calles familiares. Esto sería una señal de alarma mucho más contundente que no saber dónde dejó las llaves.

Los médicos detectan otra señal de alerta por medio de un sencillo examen que llaman coloquialmente la prueba ‘Ajá’. Cuando la gente olvida algo o tiene una palabra en la punta de la lengua casi siempre la recuerda más tarde con la sensación de “Ajá, eso era lo que estaba buscando”. Lo que está sucediendo es que sus mentes son más lentas para recuperar la información, pero si se tiene calma está información eventualmente llegará. “Una persona con signos de alzhéimer temprano nunca la recuperará porque se ha borrado o nunca recordará lo que estaba buscando”, dice Daniel Sewell, psiquiatra especializado en geriatría de la UCSD.

Según Cano, deben alarmarse quienes sufren un deterioro cada vez más notorio. Lo más predominante, dice, es la pérdida de la memoria episódica, que tiene que ver con preguntas como qué, cuándo, cómo, quién, pero “no la capacidad de desempeñarse funcionalmente”. También debe preocupar cualquier cambio de personalidad evidente, por ejemplo, que sean tímidos y se vuelvan extrovertidos o viceversa.

Perder las llaves y otros olvidos son para algunos expertos más problemas de atención que otra cosa. La gente se distrae fácilmente y más hoy con los avances tecnológicos. Por un lado, cada seis meses aparecen innovaciones, nuevos software o mecanismos cuyo aprendizaje representa un reto para los cerebros de más de 40. Además de esto, hay más información y la gente debe memorizar más datos en corto tiempo, como las claves para navegar por internet. Los psicólogos llaman a esto sobrecarga de códigos de seguridad y a veces genera la llamada ‘amnesia del pin’, que se da cuando alguien se encuentra frente al cajero y trata, infructuosamente, de acordarse de la clave de su cuenta de ahorros.

Pero por otro lado, la tecnología está haciendo que muchos no ejerciten la memoria como deberían. Según le dijo Itiel Dror al diario The Sunday Times “nadie memoriza ya un teléfono porque están archivados en los celulares y mucha gente ha delegado otras funciones a estos aparatos”. Y una regla de oro del cerebro es que “lo que no se usa se atrofia”. Un ejemplo claro es la navegación satelital. Se ha visto que cuando la gente se apoya en el GPS para llegar a un lugar no usa la memoria. “Cuando el aparato no sirve la gente queda perdida porque no prestó atención ni memorizó por donde pasó”, dice Dror.

Muchos de los problemas de memoria que aparecen en esta época de la vida se dan también porque la mente se vuelve muy sensible a las distracciones. Estudios han demostrado que a partir de los 40 la gente tiene más problemas de concentración si hay ruido en el ambiente mientras realizan una tarea específica. El caso de la persona que va a un sitio y no recuerda lo que tenía que hacer allí sería un ejemplo típico de falta de atención. Es lo que los geriatras llaman Amnesia de la Puerta, pues la mente se pone en blanco con solo cambiar de ambiente, como si dejara sus pensamientos en la habitación anterior. Un estudio en 2011 hecho por Gabriel Radvansky y publicado en Quarterly Journal of Experimental Psychology así lo demostró. “Cuando se pasa de una habitación a otra la mente compartimenta sus acciones en episodios separados y al pasar a un nuevo episodio archiva el anterior”, escribió el experto en su trabajo.

Recientes estudios también dicen que entre las modificaciones que sufre el cerebro están los cambios en el proceso de archivo de información que a esa edad se realiza en sitios diferentes. Esto hace que recuperar la información sea mucho más demorado porque el buscador interno de la mente es menos eficiente. Eso explicaría por qué los nombres de personas, cosas y lugares no aparecen tan pronto.

Es cierto que las habilidades y la velocidad de la mente declinan, pero no todo son pérdidas. El cerebro a los 40 años compensa las fallas al fortalecer otras funciones. Por ejemplo, se mantiene la memoria del conocimiento explícito, la que acumula experiencias, y eso es lo que les da a los viejos ese carácter de sabios, según el profesor de neurociencia William Mobley. También se ha visto que la capacidad verbal se incrementa así como el razonamiento espacial y el abstracto. Una investigación que siguió a un grupo de individuos durante 50 años conocido como Estudio Longitudinal de Seattle mostró, además, que la mente con el tiempo se vuelve más calmada, menos neurótica y sortea mejor las situaciones sociales.

Un poco de olvido, además, no cae mal. De hecho, señalan que olvidar es vital para la memoria. No de otra forma podría una persona acordarse dónde dejó el carro en el parqueadero si no olvida la ubicación de la última vez. Para proteger la mente del deterioro, los expertos recomiendan tener retos cognitivos, no necesariamente hacer rompecabezas ni memorizar números de teléfonos, sino hacer actividades que involucren imaginar y planear. El ejercicio también es vital para que el cerebro tenga buen flujo sanguíneo. El otro elemento es la resignación. Es posible que ya no recuerde algunos nombres tan fácilmente, pero nadie dudará que después de los 40 su mente es más sabia y experimentada.

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