El aburrimiento...
uno de los peores pecados que, según parece, se pueden cometer hoy
en día: el de aburrirse. Ser acusado en público de aburrirse es peor
que ser sospechoso de robar la caja de una sociedad protectora de
animales o decir que los topillos te producen ternura. Aburrirse es
pecado, no hay derecho, es deprimente.
Y es justo ahí donde me sale el peluche reivindicativo. Quiero
reclamar el aburrimiento. Vivimos en una sociedad que ha hecho del
aburrimiento su nuevo enemigo. Nos dicen que hay que hacer esto y
aquello sin parar, y quienes nos aburrimos y lo confesamos somos
considerados, además de aburridos, locos o asociales: no sentimos
curiosidad por nada, vivimos en la inopia, o, por qué no decirlo,
somos directamente idiotas por perder el tiempo de esa manera.
Peor para ellos. El aburrimiento, en lugar del infierno que se
empeñan que sea, es una herramienta fundamental para descubrir
quiénes somos. Quien sabe aburrirse es lo suficientemente valiente
como para enfrentarse a sí mismo. El aburrimiento, en dosis
controladas, es un lujo. Y yo no estoy dispuesto a perdérmelo."
Visto en http://rinzewind.org/archives/2007/09/17/aburrimiento/
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